Como era la 1ra vez que reconocía una flor tan curiosa, de pétalos negros y sobre todo criada en un lugar que consideraba tan indigno de fertilidad, no vacilé para escudriñar su origen.
Como llamada por el pensamiento, me topé con una celestial pala a corta distancia de m presencia y de inmediato la utilicé para remover la tierra que abrazaba la inexplicable planta.
En ese preciso instante me sentí gravemente mareado.tanto que caí sentado en mis robustas nalgas.No entendía este confuso síntoma, ya que nunca lo había experimentado. Fue ahí cuando me di cuenta que los árboles tambaleaban en conjunto con la singular danza que arcaban las rocas.Como un hechizo, las partículas de la superficie permitieron un agujero por donde se elevo lentamente esa criatura que me deshizo de Virginia y las demás torpes feminas.Entorpecido por su dramática aparición, no intenté escapar;y antes de que la muerte disfrazada de lechón se abalanzara sobre my, formulé la incomprobable hipótesis que hubiera respondido a mi curiosidad:esa bonita y extraña flor pudo ser una mutación de los crisantemos de Virginia, que emergió de las profundidades gracias a la poderosa saliva y excreciones fertilizantes de los donguis,lo que resultó ser el abono principal para que la oscura planta creciera allí.
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